Qué pasa cuando a un entomólogo le da por hacer cine

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Hoy conocemos a Ladislas Starevich como cineasta y uno de los pioneros de la animación en stop-motion. Sin embargo, en un principio, no fueron sus inquietudes artísticas, sino científicas, las que llevaron a este entomólogo a filmar los vídeos de animación protagonizados por insectos, por los que hoy es conocido.

Hacia 1910, Starevich era director del Museo de Hitoria Natural de Kaunas, para el cual dirigió cuatro documentales cortos. En su quinto proyecto, quería filmar la lucha de dos lucánidos (escarabajos ciervo), pero para ello necesitaba iluminar sus actividades. Debido a los hábitos nocturnos de esta especie, Starevich se encontró con que, cada vez que se acercaba a ellos con un foco, los escarabajos, invariablemente, decidían echarse a dormir (actividad mucho menos cinematográfica). Sin embargo, este peculiar director, no se dio por vencido. Inspirado por las Allumettes animés (cerillas animadas) de Emil Cohl, otro pionero de la animación, decidió convertir sus lucánidos, en marionetas: separó sus patas, mandíbulas y caparazón del cuerpo, volvió a pegarlos con cera, y, una vez movibles, reprodujo la lucha de los animales en stop-motion; fotograma a fotograma. Fruto de ello fue su primer corto con bichos animados (pionero de la animación en toda Rusia), Lucanus Cervus, de 1910.

Pero no sería el último. En 1911 Starevich se mudó a Moscú para trabajar con la compañía cinematográfica de Aleksandr Khanzhonkov. Allí grabaría docenas de animaciones con animales-marioneta. Algunos de ellos, le valieron incluso el reconocimiento del zar y la fama internacional (se cuenta que, tras el estreno de La bonita lucánida, de 1912, un crítico inglés aseguró que los insectos estaban vivos y amaestrados). Sin embargo, su corto más conocido de este periodo y, probablemente, de toda su carrera fue La venganza del cámara (Mest’ kinematograficheskogo operatora), film de 1912, protagonista de esta entrada, que narra la historia de infidelidad y celos de una pareja de escarabajos. Una temática… peculiar, desde luego, aunque sorprendentemente ignorada por otros cineastas.

Tras la la Revolución Rusa, Ladislas Starevich huyó a Europa, para establecerse definitivamente en París. Allí seguiría haciendo películas de manera independiente, aunque fue abandonando los bichos muertos y el humor negro característico de sus primeras animaciones, en pro de otro tipo cine más lírico, con personajes y marionetas más variados. Sin embargo, quizás por su empeño de trabajar en solitario, se achaca a sus películas de este periodo la falta de ritmo, metrajes demasiado largos, demasiado lirismo poco comprensible. Todo ello compensado, eso sí, con dosis ingentes de imaginación.

Avatar o cómo hacer «la película del año» en 10 sencillos pasos

—¿Has visto Avatar?
—No, pero me han dicho que es como Pocahontas pero con pitufos grandes.

(Jaime Rubio. Vía Libro de Notas)

Hace ya un par de semanas fui a ver Avatar, tiempo suficiente para averiguar por qué no sabía si me había gustado, o más bien, qué era exactamente lo que me había disgustado. Avatar es una película estupenda, de lo más… entretenida. Resulta hasta inofensiva si no se tienen en cuenta sus aparentes pretensiones «reivindicativas» y se acepta por lo que es: una película infantil con la que muchos adultos no se aburren del todo. Como el negocio de Cameron me ha parecido tan evidente, he decidido hacer una pequeño decálogo con los pasos a seguir si se quiere producir algo parecido: Cómo hacer rentable la «película del año».

  1. El primer paso es el más importante: gástate mucha pasta. Pero que mucha más pasta. ¿Crees que es suficiente? Añade otros cuantos millones. Tu objetivo es hacer «la película más cara de la historia» y hay que tener en cuenta que Hollywood no suele escatimar en gastos.
  2. Cuando creas que es suficiente, duplica ese presupuesto en promoción, promoción, promoción. Que no te tiemble la cartera, sólo este paso es quizás más importante que el primero.
  3. Los «frikis» constituyen un público potencial aún no explotado suficientemente. Si no consigues que esos piratas piojosos acudan en masa a las salas de cine, se descargarán tus películas en Internet. La Guerra de las Galaxias sigue vendiendo merchandising. Por algo será.

    Para hacer una película de culto dentro de este ámbito sólo has de seguir otros sencillos pasos.

    • Tu género es la ciencia-ficción, no lo dudes.
    • Inicia una trilogía, por el capítulo final si te apetece, como los maestros.
    • Elige una temática que esté de moda en la red. El título de la película podría surgir de un concepto utilizado en las redes sociales, por ejemplo.
    • Preferiblemente, utiliza algún recurso visual desconocido hasta la fecha. Si tu película introduce innovaciónes técnicas en materia efectos especiales, 3D y programación, gustará por partida doble a los fanáticos de la tecnología.
    • Invéntate alguna lengua de sonoridad exótica, con una gramática real que se pueda aprender a través de Internet. Como el élfico o el Klingon, pero en alienígena sexy, ¡lo tiene todo!
    • Los gatos son los amos de Internet. ¿Será por esos ojazos?
  4. Rómpete los cuernos a efectos especiales. Tu película es un espectáculo visual con la excusa de alguna historieta que te inventes por el camino. No te preocupes por el guión, tú contrata a expertos en 3D y cosas de esas, que algo surgirá.
  5. De hecho, ¿para qué quieres un guión? La gente va al cine para averiguar en qué te has gastado el dinero, dispuesta a atragantarse con el festín visual. No te compliques: cuanto más simple, previsible e infantil sea la historia, mejor. Apuesto a que eres capaz de escribir algo así en un par de semanas. La única condición es que la trama sea completamente maniqueísta y que apeste a moralina. Si quieres, puedes incluso inspirarte en algún cuento de tu infancia.
  6. No te molestes en ser original. El pastiche requiere mucho menos trabajo creativo.
  7. Tu película tiene que estar muy bien hecha. Esta es tu palabra clave: entretenimiento. Si careces de una narración interesante, todo lo demás debe funcionar a las mil maravillas. Las imágenes tienen que ser impactantes, pero además, el ritmo no puede decaer, en ningún momento. Ten en cuenta que si quieres contar la nada más trivial durante más de 2 horas, el único modo de estructurarla sin matar a tu audiencia de aburrimiento, es en forma de dientes de sierra: una sierra con tantos dientes, que apenas se distingan los valles. Si alguien ha de morir de aburrimiento que sea por exceso de entretenimiento.
  8. Empóllate bien un buen manual de recursos visuales. También en este aspecto, el mensaje debe ser inequívoco. Los buenos serán azules, con enormes ojos claros de apariencia felina e infantil (deben inspirar ternura y empatía). Independientemente de su raza u origen, serán antropomorfos, gráciles y juveniles (¡ni siquiera envejecen!), extremadamente esbeltos, anoréxicos de hecho, como esos otros alienígenas que salen en las revistas de moda. Si además van en pelotas por la vida y llevan adornos raros en el pelo, conseguirás sintetizar el puro erotismo con una pizca de exotismo, resultarán absolutamente irresistibles. Los malos, en cambio, sudan, huelen mal, visten tonos oscuros y sucios, tienen el mal gusto de usar cicatrices asimétricas.
  9. Cada bando encarna unos valores perfectamente definidos. Los buenos son espirituales, bellos, sensibles, místicos y milagrosos. Los malos son materialistas, imperialistas, egoístas, belicistas y ateos… poseídos por el mismísimo demonio, vaya. Explota, de paso, algún valor de moda entre la sociedad, como el ecologismo y el amor por la naturaleza, y algún mito históricos que encarne El Mal. Los nazis están muy vistos, ¿qué tal la colonización de América? Llévalo todo al extremo, sin ambigüedades: tecnología mata-naturaleza, mala. Flechas hechas con las ramas caídas de los árboles con la bendición de la Pachamama: buenas. En este sentido, no te preocupes por las posibles incoherencias: Cameron hace una crítica indiscriminada de la tecnología y el progreso, cuando esa misma tecnología es la que ha hecho posible producir una película como Avatar. Me recuerda a la novela pastoril del siglo XVI, degustada por la aristocracia, idealizando la vida en el campo de unos pastores que ni siquieran sabían leer. El príncipe melancólico que añora la Arcadia, el Paraíso perdido, cualquier tiempo pasado fue mejor, viva lo bucólico, pobrecito yo…
  10. Necesitas un héroe: un Elegido que se redima de sus pecados para salvar a los Buenos. Un alma sencilla, porfundamente mediocre, pero pura y tocada por el Espíritu Santo, que encuentre la Verdad, se quede con la chica (una princesa nada menos) y se reencarne al tercer día en el Reino de los Cielos, con piernas nuevas.

‘Zoología del viaje del Beagle’ de Darwin. Los dibujos de Elizabeth y John Gould

En las paredes de mi casa, cuelgan una serie de láminas con ilustraciones de distintas aves. Nunca me había preocupado por saber quién era su autor, hasta que hace unas semanas, celebrando el bicentenario de Darwin entre bites y vínculos web, me extrañó que el célebre biólogo tuviese además tal dominio del dibujo y las técnicas de grabado. En efecto, las ilustraciones incluidas en los libros de Darwin eran realizadas por distintos grabadores. En el caso de la Zoología del viaje del HMS Beagle, el tomo sobre ornitología al que pertenecen las láminas de mi casa, fue ilustrado, principalmente, por Elizabeth Gould y escrito por su marido, John Gould, ornitólogo y colaborador de Darwin.

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Mimus melanotis (ahora llamado Nesomimus melanotis) y Sylvicola aureola.

Elizabeth Gould comenzó su trabajo como ilustradora gracias a la iniciativa John. Él la animó a recibir clases de Edward Lear, colaborador suyo y autor de algunas de las ilustraciones de sus libros. Desde entonces Elizabeth fue perfeccionando su técnica y estilo, llegando a elaborar más de 600 litografías e ilustraciones para los primeros libros de John, como: A Century of Birds from the Himalaya Mountains (1832), The Birds of Europe (1837), A Monograph of the Ramphastidae (1834), A Monograph of the Trogonidae (1838), Icones Avium (1938) o The Birds of Australia (1838).

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Pericrocotus Brevirostris y Tragopan Hastingsii.

Zoology of the Voyage of HMS Beagle, es una obra divida en cinco partes de varios autores, coordinada y editada por Charles Darwin. Recoge las observaciones y descripciones referentes a zoología, recogidas durante su viaje a bordo del Beagle, entre los años 1831 y 1836. No se debe confundir con The Voyage of the HMS Beagle (también conocido como Journal and Remarks), el diario de viaje de Darwin y una de sus obras más conocidas. Este viaje de 5 años fue fundamental para el trabajo de Darwin. Gracias a él se labró una reputación como geólogo y científico y comenzó a desarrollar su teorías sobre la evolución, que publicaría dos décadas más tarde como On the origin of species (1859). La publicación sobre zoología contiene ilustraciones impresionantes relacionadas con sus 5 temas estructurales: fósiles de mamíferos, mamíferos, pájaros, peces y reptiles. El tercer tomo, sobre ornitología, fue el escrito por John Gould e ilustrado por su esposa. En Darwin Online podéis ver y descargaros la obra completa.

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Tanara Darwini (podéis adivinar de dónde viene su nombre) y Pyrocephalus nanus.

También resultan muy recomendables las ilustraciones de The Birds of Australia, una obra de 7 tomos escrita por John Gould que podéis visitar online aquí. Su mujer lo acompañó en su viaje a las antípodas entre 1838 y 1840, pero moriría poco tiempo después de fiebre puerperal, con 8 partos a sus espaldas. Tras la muerte de Elizabeth, John contrató a otro ilustrador llamado Henry C. Richter. Los dibujos que Elisabeth había realizado en Australia fueron reproducidos como litografías por Richter y publicados bajo su nombre. El trabajo de la autora quedó así totalmente eclipsado, cuando no atribuido por completo a su marido. Lo cierto es que resulta difícil establecer el límite de la colaboración entre ambos: la mayoría de las ilustraciones que he encontrado aparecen bajo el nombre de John, sin que quede constancia, sin embargo, de que el ornitólogo tuviese algún interés por el dibujo o el grabado. Por otra parte, parece que las primeras litografías fueron elaboradas por Elizabeth, principalmente, a partir de apuntes de su marido. De un modo u otro, sirva esta entrada para reivindicar la aportación de la autora y daros a conocer estos magníficos libros.

Arte y religión: El dogma (4)

Dogma No.4:

La obra de arte es única.

Va a ser complicado refutar este dogma, pues conozco el valor simbólico de los «originales»: sin duda temblaría de emoción ante un manuscrito de Scriabin, y, si me apuras, ante cualquier papel con el que se hubiese limpiado el culo. Pero entiendo que mi adoración por ese cacho de papel higiénico no lo convierte en algo sagrado o distinto de cualquier otro rollo que pueda comprar en un supermercado. En su ensayo Modos de ver, John Berger plantea cómo, a partir de la aparición de la fotografía, el valor de una obra pictórica se ha trasladado de su imagen (su contenido, reproducible), al objeto único y no reproducible que lo contiene:

Este nuevo estatus de la obra  original es una consecuencia perfectamente racional de los nuevos medios de reproducción. Pero, llegados a este punto, entra en juego de nuevo un proceso de mistificación: la significación de la obra original ya no está en la unicidad de lo que dice sino en la unicidad de lo que es. ¿Cómo se evalúa y define su existencia única en nuestra actual cultura? Se define como un objeto cuyo valor depende de su rareza. El precio que alcanza en el mercado es el que afirma y calibra este valor. Pero como es, pese a todo, una «obra de arte» y se considera que el arte es más grandioso que el comercio, se dice que su precio en el mercado es un reflejo de su valor espiritual. Pero el valor espiritual de un objeto, como algo distinto de su mensaje o su ejemplo, sólo puede explicarse en términos de magia o de religión. Y como ni una ni otra es una fuerza viva en la sociedad moderna, el objeto artístico, la «obra de arte» queda envuelta en una atmósfera de religiosidad enteramente falsa.

La falsa religiosidad que rodea hoy las obras originales de arte, religiosidad dependiente en último término de su valor en el mercado, ha llegado a ser el sustituto de aquello que perdieron las pinturas cuando la cámara posibilitó su reproducción. Su función es nostálgica. He aquí la vacía pretensión final de que continúen vigentes los valores de una cultura oligárquica y antidemocrática. Si la imagen ha dejado de ser única y exclusiva, estas cualidades deben ser misteriosamente transferidas al objeto de arte, a la cosa.

Como las obras de arte son reproducibles, teóricamente cualquiera puede usarlas. Sin embargo, la mayor parte de las reproducciones —en libros de arte, revistas, films, o dentro de los dorados marcos del salón— se siguen utilizando para crear la ilusión de que nada ha cambiado, de que el arte, intacta su autoridad única, justifica muchas otras formas de autoridad, de que el arte hace que la desigualdad parezca noble y las jerarquías conmovedoras.

De nuevo encontramos que la obra de arte se valora por «lo que es», no por «cómo es». Este es el motivo de que (como mencionaba Suso en un comentario) valga más la firma que lo firmado: un mismo lienzo, atribuido a un pintor desconocido o al mismísmo Goya, se valorará de formas radicalmente distintas aunque la imagen sea la misma. Cualquier obra puede ser declarada «arte» siempre que pueda demostrarse su genealogía, su «autenticidad». Consecuentemente, la historia del arte se enseña, no como análisis sistemático de las imágenes, sino como historia de ciertos objetos de culto asociada a la biografía de sus creadores («Felipe VIII encargó a Maurice Claudel una obra para su palacio en 1342…»).

Paralelamente, las técnicas que desde un principio nacen para la reproducción de imágenes en serie (desde el grabado a la fotografía, pasando por el diseño gráfico), son desprestigiadas. Sólo el grabado conserva cierta valoración «artística», por lo que le queda de artesanal, pero, incluso en este caso, las tiradas se numeran en un intento de distinguir y autentificar cada estampa.

National Geographic. Concurso internacional de fotografía

Ayer se falló el cuarto concurso anual de National Geographic. Ante las más de 200000 imágenes recibidas, no es de extrañar que mis favoritos no estuviesen entre los ganadores. No obstante, me quedo con esta mención de honor de la categoría «Gente», para una fotografía de Arie Yudhistira titulada Facing the Almighty («de cara al Todopoderoso»).

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"Facing the Almighty" de Arie Yudhistira.

Además de visitar la galería de los los ganadores, os recomiendo echarle un vistazo a las fotografías preseleccionadas semanalmente y a las elegidas por el público a través de votaciones por Internet. Algunas de ellas están disponibles como fondos de escritorio que os podéis descargar gratuitamente.

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Mención de honor del público en la categoría «Naturaleza». Fotografía de Xen Riggs.
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Gaviotas curiosas en Sanibel Island, Florida. Fotografía de Richard Rush.