Los músicos sois obsesivos por profesión. Los demás niños se divertían mientras vosotros practicabais escalas. Una meta noble… pero acabáis algo chiflados.
(El Mentalista, edisodio 22 – temporada 3)
En el colegio me enseñaron que las revoluciones de los siglos XIX y XX llevaron la democracia a los países europeos. Que la soberanía residía en el pueblo, quien voluntariamente se la cedía a sus representantes. Que la misión de estos últimos, por tanto, debía ser defender los intereses del primero (no de una élite, no de una clase o un organismo extranjero). Que, por todo ello, el poder, por primera vez quizás en siglos, no se sustentaba sobre el miedo, la palabra de Dios o la fuerza, sino en un «contrato» colectivo y voluntario de los ciudadanos.
En mi colegio me enseñaron que todos los votos valían lo mismo para dar voz a ciudadanos igualmente representados. Que ya nadie podía acceder el poder político por razones de herencia o favoritismo: que los representantes debían ser elegidos por la gente. Que así, desde las urnas, era posible cambiar no sólo los gobernantes, sino también las decisiones y hasta el modelo económico (oh, mon dieu!) de un país. Me enseñaron que los políticos eran meros intermediarios, ejecutores de la voluntad de los ciudadanos y su misión era ayudarles a cumplirla. Que, por tanto, no tenían sentido sus mentiras, desprecio, manipulaciones y paternalismos.
En el colegio me enseñaron que la división de poderes era fundamental para esquivar la tiranía. Que sólo así era posible evitar la corrupción política o la arbitrariedad de los jueces. Me enseñaron, además, que la prensa, como «cuarto poder», observaría de cerca a los tres primeros para mantener informado y atento al pueblo soberano. Que las televisiones y periódicos no eran, por tanto, herramientas de entretenimiento, manipulación o propaganda política: que eran el medio de evaluación y diagnóstico de un gobierno por sus jefes; el pueblo. Que, para ello era indispensable garantizar la libertad de expresión de todos y la independencia de los medios.
En el colegio me enseñaron que vivíamos en un país no confesional en el que se defendía los derechos humanos y se perseguía a sus violadores. Un país en el que nadie podía ser discriminado por motivo de su religión, su sexualidad o su opción política. Donde nadie (manda huevos) podía ser juzgado ya por blasfemia. Me contaron que en una sociedad moderna, el progreso era la base de la economía. Que sólo la innovación era capaz de generar riqueza duradera y que, por ello, la ciencia no debía ser considerada un gasto, sino la única inversión de futuro.
Pero siempre fui tan buena alumna que no aprendí a rebelarme contra lo aprendido. Hoy no sé enfadarme más allá de lo que escribo, no sé qué hacer para rescindir el contrato. Y con cada nuevo abuso, cada cabreo mañanero ante el noticiario, sospecho que eso también lo saben. Que la noticia dará paso a la desidia, como un breve drama diluido entre cortes publicitarios, tampoco mucho más real, después de todo. Que valores como justicia, igualdad o democracia son sólo abstracciones también aprendidas; incapaces de sacar a nadie a la calle: que sólo el hambre lo hará, cuando sea más poderosa que el miedo. Pero para eso… también lo saben, aún queda lo suficiente.
Ojalá no supiese que la lucha ya había acabado. Ojalá hubiese algún motivo… para tenernos miedo.
PD/ Ah sí, y… Puig, apúntame en la pizarra, guapo.
(Esta anotación se publica simultáneamente en Amazings.es)
En tiempos de recortes, la comunicación (y reivindicación) de la ciencia resulta más importante que nunca. Si, además, el tema a tratar es el cambio climático, cualquier esfuerzo es poco: porque en este caso, la «crisis» que se avecina no se cura con millones. Porque la labor de los científicos no es suficiente para combatir el problema. Porque es imprescindible la colaboración de todos y el compromiso de una sociedad cuya inercia es difícil revertir. Porque, aunque parezca mentira a estas alturas, el cambio climático sigue suscitando polémica y célebres «primos» negacionistas.
En este contexto, el CSIC organiza unas Jornadas Científicas tituladas: «Los cambios climáticos bruscos. Ciencia y Comunicación», como parte del proyecto Graccie. En él han participado más de 250 investigadores españoles y europeos para estudiar las causas de los cambios climáticos y sus efectos, tanto para la Península Ibérica como para el planeta en general.
Durante los días 5 y 6 de Junio, científicos y comunicadores abordarán un programa de lo más variado: desde charlas de corte más científico en las que se presentarán las conclusiones del propio proyecto Graccie, a mesas redondas con comunicadores muy diversos (dibujantes, fotógrafos, guionistas, periodistas…) o la proyección de una película. El evento es gratuito y está abierto al público, por lo que os animamos a todos a apuntaros y participar. Encontraréis allí, además, bien entre los ponentes o cumpliendo distintos roles, a varios colaboradores de Amazings: Luis Alfonso Gámez, Antonio Martínez Ron, Pampa García, etcétera.
Concurso de fotografía sobre cambio climático:
América Valenzuela y yo, por nuestra parte, formaremos parte del jurado del concurso de fotografía patrocinado por Quo, así que si os sobra algún pata negra ya sabéis adónde mandarlo ;). No seremos las únicas, eso sí: periodistas, científicos y hasta un premiado en el último World Press Photo serán los encargados de valorar las imágenes.
Tenéis hasta este viernes, 1 de junio a las 12:00, para enviar vuestras propuestas vía web y conseguir uno de los 3 premios que se reparten. Sólo se admite una foto por participante y es necesario estar inscrito en el congreso. Podéis consultar el resto de las bases aquí.
Información general:
¡Ya está aquí, ya llegó! El segundo número de la revista Amazings por fin ha salido a la venta. No la encontrarán, eso sí, en su kiosko: como en el caso del primer número, la adquisición deberá realizarse a través de Lánzanos, la web para proyectos de crowdfunding.
No varían tampoco las características de la revista: alrededor de 100 páginas a todo color, con artículos de algunos de los mejores divulgadores de Amazings. Y también siguen siendo las mismas las condiciones de compra, que encontraréis detalladas en la página de Lánzanos (alrededor de 9€, envío incluido, a pagar mediante PayPal o con tarjeta de crédito).
Sólo hay dos cambios que destacaré en esta ocasión:
Los sistemas tonales, las transiciones de altura y los acordes se apoyan sobre ciertas propiedades del sistema auditivo que son producto, a su vez, del mundo físico, de la naturaleza intrínseca de los objetos vibratorios.
Si os gustaron las entradas sobre Música y matemáticas, os recomiendo leer este nuevo capítulo, desarrollado esta vez sin reestricciones de espacio para adentrarse con más detalle en las características del sistema auditivo.
Si no, aún tenéis otros 9 grandes motivos para adquirir la revista: los artículos de Paco Bellido, Julián Palacios, José A. Prado-Bassas, Esther Samper, Pere Estupinyà, Miguel Santander, Xurxo Mariño, Antonio José Osuna y Arturo Quirantes. No te los pierdas. ;-)
—El modo de vida que has elegido es una abominación.
—Pero he sido así desde niño…
—¡Las Escrituras dicen que es cosa del Demonio!
—Pero ¿a quién hago daño siendo de este modo?
—¡Es demoniaco! ¡Debes renunciar a este comportamiento!
—¿Y qué pasa si es natural?
—No hay ninguna prueba de ello.
Ser zurdo en la Edad Media.
(Una viñeta de Dan Piraro)