Advertencia al lector: En estos posts generalizo. No desprecio todo el arte contemporáneo (malo sería). Más bien me incomodan una serie de planteamientos y justificaciones que, a mi modo de ver, alejan el arte de su función y despiertan el escepticismo del espectador.
Dogma No.2:
El arte contemporáneo es progresista.
Como muchos ámbitos culturales, pero de forma aún más acusada, el arte contemporáneo se suele relacionar con las ideas de izquierdas (los hippies, que hacen unas cosas más raras…). Y por supuesto, si lo criticas, quedas como un fascista. Un día, discutiendo con un amigo, me explicó esta curiosa idea en pocas palabras:
—La vanguardia fue revolucionaria porque destruyó el concepto idealizado de «belleza», típicamente burgués.
Y supongo que tenía razón, ya que, como todo el mundo sabe, el Reina Sofía está lleno de proletarios…
Lo que no niego es que muchas vanguardias surgiesen con una intención vindicativa o social, pero, desde luego, les salió el tiro por la culata. En efecto, el dadaísmo nació como crítica del arte de los bonitos bonitos burgueses. Pero su intención era destruir el museo y sus santificadas obras, no ayudar a construirlo. El arte conceptual, por otra parte, nació como denuncia de los precios desorbitados que alcanzaba el arte contemporáneo, y lo hacían inasequible a la gente. Por ello, la verdadera obra, gracias al estímulo del artista, se manifestaba en la imaginación del espectador, donde podía poseerla plenamente. El objeto estimulador, debía ser insignificante, absurdo y, por tanto, invendible. Oh, ingenuos: el mercado del arte puede venderlo TODO. Por ejemplo, un artista (cuyo nombre no recuerdo) fue colocando pegatinitas por su ciudad. Estas pegatinas, miradas sobre el plano, formarían una figura dada. La figura, su verdadera obra de arte, sólo era imaginaria, ni siquiera resultaba visible desde ningún punto, por lo que, previsiblemente, tampoco se podría vender. Pero las pegatinas sí… por millones de millones.
El conceptualismo, ni democratizó el arte ni eliminó el objeto de arte único, tampoco escapó de la especulación ni revolucionó la propiedad de las obras. El mercado del arte, sencillamente se expandió en su infinita flexibilidad. Estas vanguardias, que tenían su razón de ser, quizás no como obras de arte, pero sí como reivindicación y protesta desde fuera del sistema, dentro de él, sólo lograron hacerlo invulnerable.
Escepticismo, que bello eufemismo para mala hostia.
Aplaudo hasta con las orejas esta entrada y la de Dogma (1).
Carallo, es de esas cosas que me hubiera gustado escribir yo, si las escribiera tan bien. Parece mentira que se lean y oigan tan pocas veces opiniones así, con la falta que nos hace.
Espero la parte (3) con impaciencia.
Amén
Es lo mejor que he leído en mucho tiempo, y no es coña.
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