Para los que lleguéis tarde, aquí tenéis la primera parte. Y ahora al turrón. Nos habíamos quedado en el comienzo del turno de preguntas, tras terminar la charla en sí.
Mi primera pregunta (a la yugular, como no podía ser de otra manera), versaba sobre los llamados «recursos económicos» de la sociedad. En el artículo 81 del Título IV de los estatutos de la SGAE podéis leer de qué se componen estos recursos. Son de especial interés las letras f) y g) de dicho artículo (que recientemente, en 2006, fue modificado para reflejar estos puntos). Del primer punto, se desprende que los derechos cobrados por la SGAE cuyos autores no estén identificados pasarán a ser «recursos económicos» de dicha entidad una vez transcurridos 5 años sin ser reclamados. Actualmente, de los ejercicios anteriores a 2007, la sociedad acumula 180 millones de euros sin repartir. Mi pregunta, entonces, es obvia: «¿Qué se hace con este dinero cuando pasan los 5 años y se lo queda la SGAE?» Según Ignacio Casado, esto no es real puesto que ese dinero finalmente se reparte. Añade que lo máximo que él ha visto sin repartir ha sido 5 millones de euros -calderilla, no te jode-. De todas formas, dice que el 20% de ese dinero va para la Fundación y el resto se reparte entre los socios.
El caso es que yo he insistido: «Entonces, algo queda. Y no es poco precisamente. Por tanto, esto quiere decir que la SGAE está cobrando dinero que no le corresponde cobrar; bien por autores que no pertenecen a la entidad, derechos mal cobrados, obras con copyleft, etc.» Más balones fuera: que si los autores deben reclamarlo, que si la abuela fuma… Sobre esto, el punto g) del artículo antes mencionado, dice que los derechos cobrados de los cuales se conoce a los propietarios tienen un plazo de 15 años para reclamarlos. Es decir, que la SGAE no está obligada a llamar a tu puerta y darte tu dinero, sino que tienes que ir tú a reclamar, y si no… sí, amiguitos, se lo quedan.
Otro punto muy curioso que el ponente ha recalcado al menos un par de veces y podéis encontrar también en esta entrevista del Diario de Navarra: «Es importante saber que cuando se utilizan las obras, hay cinco años para poder identificarlas y reclamar esas utilizaciones. Así el autor tiene una garantía de cinco años para reclamar sus derechos, aunque todavía no esté dado de alto en la SGAE o no haya registrado sus obras». Vamos a analizarlo. Imaginad que tenéis una obra de la cual, por A o por B, no queréis cobrar derechos, o sí queréis pero no deseáis registraros en la SGAE. Entonces vuestra obra se reproduce, o se graba o lo que sea, y la sociedad de autores cobra por los derechos de vuestra obra. Como no estáis registrados, ese dinero figura como «no identificado», y a los 5 años se lo quedan si no os registráis en la SGAE y lo reclamáis. ¡Se están lucrando a vuestra costa! Y seguirán haciéndolo.
Por otro lado, ha dicho que, de ese dinero que se quedan, el 80% se reparte entre los autores. Sin embargo, él mismo admite que, de 91.000 socios, únicamente 31.000 perciben alguna remuneración. Eso se llama reparto equitativo y lo demás son tonterías.
Mi segunda pregunta ha sido: «¿No sería mejor que los derechos de autor, como tantos otros derechos que existen, fuesen gestionados por el Estado? Habría más transparencia y mayor control, porque al Gobierno lo elegimos entre todos, y en la SGAE, a parte del hecho ser una sociedad privada, el 90% de los socios no tienen ni voz ni voto». Aquí se ha lucido el señor Ignacio, esgrimiendo argumentos de peso (mosca): «No nos estamos inventando nada aquí, esto se hace así en todo el mundo desde siempre». Ah, bueno, siendo así me has convencido… Después le he mencionado las denuncias y críticas de más de 200 socios por supuestas irregularidades y le he recordado el historial de multas de la SGAE por retención irregular del pago de derechos.
Ahí ya se ha empezado a poner rojo y a levantar la voz ostensiblemente, increpándome que esos socios están expedientados por irregularidades en los programas. Ha sido en ese instante cuando otro señor, de cuyo nombre no quiero acordarme, ha interrumpido al ponente para preguntarme si yo era alumno del Conservatorio, a lo cual he respondido que sí y se ha callado y ha dejado continuar. Tras esta última intervención, he intentado realizar otra pregunta y el otro caballero (perdonad, pero es que no le conozco personalmente) ávidamente ha concluido la charla «por falta de tiempo», cuando sólo habían transcurrido 15 minutos de preguntas, a lo sumo.
Con la perplejidad que todavía albergaba, me he acercado a ambos mientras el resto de la gente desalojaba el auditorio para averiguar por qué me había preguntado si yo pertenecía al Conservatorio: «no, porque esta charla no está abierta al público«. «¿Y por qué me lo pregunta a mí y no al resto de la sala?» -insisto yo, a lo que responde- «porque a los demás los conozco». Ya, seguro. En resumen, que intentaba echarme, pero le ha salido el tiro por la culata (por cierto, en ningún lugar ponía que fuera cerrada al público). Y ante tal imposibilidad, ha concluido la charla a marchas forzadas porque no le interesaba el cariz que estaba tomando el asunto.
Por eso los de la SGAE ya no acuden a debates, porque carecen de argumentos. Por eso, y porque pueden encontrarse a David Bravo.
jejeje Bien, bien… Ahí, Iñaki, dándoles caña para que no les quede ni una cueva en la que esconderse. Después de cosas así, yo siempre me pregunto: si es tan obvio el mamoneo que tienen, y hay tanta gente en su contra, ¿por qué coño siguen cobrando dinero? Misterios de la ciencia…
Por otra parte, menos mal que al final no pude ir: si no, a gorrazos me saca ese amigo tuyo :oops:
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